martes, 25 de marzo de 2014

Puentes.


Construyeron un puente en aquel lugar donde días atrás habían dado forma a un cauce artificial. Las obras habían llevado varios meses y multitud de curiosos se habían acercado durante el proceso para admirar las dimensiones de aquel proyecto. El río sería desviado pronto. Una vez el cauce quedó terminado construyeron un puente. El primer puente conectaba ambos lados del cauce y cumplió con su función como se esperaba. Más tarde construyeron otro puente de mayor tamaño, se utilizaría para cruzar por encima del primer puente. Algunos ciudadanos comenzaron a cuestionar la utilidad de este segundo puente, al principio lo miraban con recelo, pero poco a poco fueron acostumbrándose y pasados unos meses lo interpretaban como un elemento más del paisaje. Fue entonces cuando se construyo el tercer y cuarto puente. Estos dos nuevos puentes se cruzaban entre si por encima del segundo puente. Aparentemente su construcción estaba justificada pues albergarían nueve puentes más cada uno. La mayoría de la gente entendía aquello como algo lógico y apoyaron el proyecto.

Poco a poco los puentes iban proliferando unos encima de otros, algunos llevaban a ciertos sitios, otros sin embargo no llevaban hacia ningún lugar. Un hombre salió a las calles vociferando aquellas palabras – ¡Os atrevéis a afirmar que es  mi cabeza un reflejo de vuestro paisaje, pero vuestros puentes están vacíos y su numero es pequeño, mis puentes multiplican los vuestros y ninguno de vosotros infames podréis hacer nada para evitarlo!



Los puentes se volvieron innumerables, cobijaban bajo ellos a todo hombre o animal viviente, cobijaban otros puentes que a su vez cobijaban más puentes aun. El único objetivo del ser humano por aquel entonces era poder ser participe de aquella gran obra. Todo hombre debe construir su puente. Las personas se amontonaban en las profundidades de la tierra para extraer los materiales que servirían a la construcción del siguiente puente. Todos se agolpaban en aquellos cráteres donde la atmosfera se impregnaba de los numerosos gases tóxicos que emergían del interior de la tierra. Millones perdían la vida en el solo intento de conseguir roca o metal. Se abalanzaban todos hacia el centro de la tierra, a la sombra de los puentes que desde las alturas les observaban. Una vez conseguían lo que buscaban, los pocos afortunados que salían de allí con vida trepaban por la escalera humana de cuerpos que descendían hacia las profundidades. Aquellos que tras meses trepando conseguían llegar a la superficie debían encontrar el lugar correcto donde depositar sus materiales para proseguir con la construcción de más puentes.

Apenas algún que otro rayo de luz se dejaba entrever entre el entramado de puentes que techaban el mundo. El cielo era una intuición que los más pequeños no podían imaginar. Desde las alturas, la gente descendía en tropel hacia los grandes agujeros de lo real donde perecían en el intento de lograr metales para la construcción. Las clases sociales habían desaparecido y solo un cometido anidaba en todos y cada uno de los humanos que existían. Las familias alimentaban a sus hijos con cemento, y si alzabas la vista esta se perdía entre los distintos niveles que los puentes formaban. Todo continente conocido quedó como aquí se describe, la infraestructura de puentes alrededor del mundo suplantó las ciudades que antaño habían existido, el mundo podía ser recorrido a través de estos puentes pues todos estaban conectados de una forma u otra. La humanidad se extendió de nuevo a través de estos puentes en busca de materiales para continuar la obra. Toda huella del pasado quedo extinguida, los niños jugaban entre ellos, de puente a puente, bajo el amparo de un cielo de piedra.

Fue así como el mundo quedó configurado y como aún sigue transformándose, sin limitaciones ni descanso, sin descanso ni control.

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